Metáfora sobre mi trabajo


Imaginemos por un momento a alguien a quien se le estropea el embrague del coche. Entonces, dicha persona decide llevar su vehículo a un mecánico. Éste se lo arregla. Sin embargo, tiempo después se le vuelve a estropear, y, de nuevo, lo lleva al mismo mecánico. Total, que el referido lo arregla otra vez. Pero, al cabo de algunos meses, termina estropeándose nuevamente.

La persona afectada, cansada ya de tanto gasto, opta por llevar su vehículo a otro mecánico, del que tiene muy buenas referencias. Cuando lo hace, éste le comenta que el embrague de su coche está muy deteriorado y que es necesario cambiarlo, que de ese modo se acabarán las averías. Así que la dueña del vehículo decide hacer una considerable inversión económica con la intención de acabar, de una vez por todas, con su problema.

María, nuestra protagonista, en un primer momento, queda muy contenta con el segundo mecánico. No obstante, aun con el embrague nuevo, al cabo de un año, termina averiándose otra vez. Por lo que la dueña del coche, ya angustiada, decide buscar a alguien que pueda solucionarle su problema definitivamente.

Mirando por Internet, la señora descubre la página web de un taller de reparaciones que le llama mucho la atención: Taller Genos. Soluciones definitivas para averías persistentes. Así que, decide acudir a él.

Allí, le atiende el gerente, el señor Genos. Un restaurador de coches que también había sido piloto de carreras, y que, posteriormente, decidió poner su experiencia al servicio de la mecánica de coches. 

María, con cierto pesar, le cuenta al señor Genos su pequeña odisea:

María: Ya no sé qué hacer con mi coche. Lo he llevado o dos buenos mecánicos. El primero me lo arregló dos veces, y el segundo me cambió el embrague por uno nuevo. Pero se me ha estropeado otra vez. No consigo comprenderlo. Debe de ser que mi coche está gafado, o que ha salido defectuoso de fábrica.

Señor Genos: Déjemelo y vuelva mañana, sobre esta misma hora.

María: Muy bien. Nos vemos mañana.

Al día siguiente...

Señor Genos: María, tengo aquí, en el taller, un coche que acabo de arreglar para mi hijo. Me gustaría que diéramos una pequeña vuelta y que condujese usted, si le parece bien.

María: Pero... ¿y mi coche? ¿Lo van a arreglar?

Señor Genos: Seguro que sí, pero primero me gustaría comprobar una cosa.

María: De acuerdo.

Después de dar esa vuelta...

María: Bueno, ¿ahora podría decirme cuándo tendré arreglado mi coche? Lo necesito a diario para ir a trabajar.

Señor Genos: María, ayer revisé el embrague de su coche, y está perfectamente. Sólo tuve que cambiar una pequeña pieza del cambio de marchas, que vale treinta euros.

María: ¡Vaya!, ¿pero cómo es posible? Pero si a veces se engancha.

Señor Genos: María, ¿puedo preguntarle quién le enseñó a conducir?

María: Mi padre.

Señor Genos: ¿Era un buen conductor?

María: Sí, excelente.

Señor Genos: Por casualidad, ¿conducía un coche automático?

María: Sí, efectivamente. Era cojo de nacimiento, así que no tenía más remedio. Siempre tuvo coches automáticos.

Señor Genos: Pero a usted le enseñó con un coche de cambio manual, ¿no?

María: Así es. Me compró un pequeño coche cuando aprobé el teórico. Y hacíamos prácticas por el polígono industrial donde él tenía su fábrica.

Señor Genos: María, ¿y si yo le dijera que el origen de las averías en el embrague de su coche no está en el embrague sino en el manejo del mismo?

María: ¿Quiere decir que yo embrago mal?

Señor Genos: Bueno, yo diría que su técnica se puede mejorar bastante. Aunque es comprensible que no sepa hacerlo adecuadamente. A fin de cuentas, a usted le enseñó a embragar alguien que siempre conducía un coche automático. Así que tiene su lógica. Su padre lo hizo lo mejor que supo, con la mejor intención. Pero al no tener experiencia con los cambios manuales, no fue capaz de corregirle en aquel momento. Así que usted ha aprendido una técnica de embragado incorrecta.

María: ¿Quizá fuerzo demasiado las marchas?

Señor Genos: Exacto. Eso es, justo, lo que he observado. Por eso, al final, termina rompiéndose el embrague.

María: Vaya... ¿Y cree usted que podría enseñarme a hacerlo mejor?

Señor Genos: Por supuesto; eso también forma parte de mi trabajo.

Comentarios