Uno de los mayores obstáculos en tu prosperidad


Imaginemos que tienes un negocio que te apasiona. Por ejemplo, un bar. Y, a partir de un determinado momento, empiezan a flojear los clientes. Pasado un tiempo, lo comentas con los dueños de otros bares de tu zona y ellos te dicen lo mismo, que el negocio ha ido a menos en los últimos meses, que es por la crisis económica. Así que tú lo asumes, le echas la culpa al gobierno y finalmente, asfixiado por las deudas, cierras la persiana. Conclusión: has quebrado por la mala suerte, y tú no has tenido nada que ver en ello.

Si en todo ese proceso no has sido capaz de mirarte el ombligo, si lo único que has hecho es culpabilizar a tu alrededor, si las causas de tu declive las sitúas fuera de tu persona, si en ningún momento te cuestionas a ti mismo, entonces estás en el papel de víctima. Pero claro, eso no te ayuda a mejorar tu situación. Más bien, todo lo contrario.

Tú puedes creer que la causa de tu desgracia es la crisis, o que tienes que pagar demasiados impuestos, o que es la zona donde se ubica tu negocio, que no es buena para atraer clientes. Sin embargo, siempre encontrarás excepciones. Siempre encontrarás otros bares que funcionan estupendamente a pesar de la crisis, a pesar de no estar en una buena zona o a pesar de no tener un mobiliario de diseño.

Es necesario, imprescindible, que comprendas que tú eres el responsable de lo que sucede en tu vida, y que si tu bar ha ido a menos en los últimos tiempos es por ti. Tú eres la causa. Pero fíjate que en ningún momento digo que tú seas el culpable. Tú no eres culpable de nada, pero eres responsable de todo.

No es que la crisis no influya, ni la zona, ni el mobiliario. Todo influye. Claro que sí. Sólo que esos factores no son determinantes a la hora de que prospere tu negocio. El factor clave, el factor determinante, por encima de los demás, eres tú. Tú mismo. Los demás son secundarios.

Si tu bar ha caído en picado y no terminas de ver el porqué, si te parece algo incomprensible, mírate al espejo. ¿Cómo te sientes? ¿Irradias armonía, alegría, cordialidad, cariño? ¿Y cómo está tu vida? ¿Tienes pendiente de resolver un conflicto con alguien? ¿Eres demasiado celoso de tu pareja? ¿Demasiado intransigente con tus hijos, tal vez? ¿Vives en la inseguridad y en el miedo? ¿Sueles resistirte a los cambios? ¿Crees que siempre tienes la razón?

Si tú no estás en armonía, ¿cómo lo va a estar tu negocio? Tú eres el alma mater de tu negocio, su esencia, su raíz, no el gobierno, ni el mobiliario, ni la gente que acude a él. Todo parte de ti, de cómo vibres en cada momento. Y según vibres, así serán tus resultados.

¿Acaso no has conocido bares de lujo ubicados en zonas excelentes que se han ido al garete en pocos meses? ¿Y acaso no conoces un algún bar cutre que lleva años prosperando sin parar? ¿Cómo puede ser? Pues porque más allá del márquetin, del diseño y de la coyuntura económica está la energía y la vibración de quien está al frente del negocio. Y eso es, por encima de todo, lo más importante.

Así que si algún aspecto importante de tu vida está en crisis, te sugiero que dejes de culpabilizar al mundo y a sus coyunturas. Te sugiero que abandones tu papel de víctima de una vez por todas. ¿O es que eso te ha servido de algo durante todo este tiempo?

Te invito a que te mires el ombligo y que te hagas responsable, que asumas el poder de tu vida. Te propongo que te cuestiones: ¿cómo estoy? ¿Me trato bien? ¿Me cuido? ¿Soy suficientemente amoroso conmigo mismo? ¿Y con los demás? ¿Puedo hacer las cosas mejor?

Seguro que sí.

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