Semillas germinadas

¿Os imagináis un alimento 100% ecológico que pudierais cultivar en vuestra propia casa? ¿Y uno que, además, no hiciera falta cocinarlo? ¿Y que fuera enormemente rico en nutrientes fácilmente asimilables? ¿Os imagináis poder comer un alimento vivo capaz de aportar salud y juventud a vuestro organismo?

Germinar una semilla (cereal, legumbre, pepita, fruto seco, etc.) significa colocarla en un lugar adecuado, con una cantidad suficiente de humedad (agua, pero no del grifo, sino mineral), de modo que se inicie en ella el desarrollo, es decir, su crecimiento. Es como si creáramos las condiciones oportunas para que la vida que lleva consigo la semilla, aletargada, despertara.



Este sencillo proceso, completamente natural, transforma a la semilla en un alimento de facilísima digestión y asimilación, y, además, multiplica el valor nutritivo de sus nutrientes. Ejemplifico:

- En los brotes de trigo, por ejemplo, la vitamina C aumenta en un 600% y la vitamina E se triplica.

- Las vitaminas del complejo B, en algunos brotes germinados, pueden multiplicarse en un 1500% (está bien escrito).

- Todas las semillas se vuelven alcalinizantes de la sangre cuando germinan la cantidad adecuada de días.

- La germinación sintetiza sustancias como el almidón, desdoblándolo en azúcares sencillos; o las proteínas, simplificándolas en aminoácidos. Además, aumenta significativamente la cantidad de enzimas vivas. Todo esto significa que las digestiones se hacen rápidamente y sin esfuerzo por parte del organismo, y que los nutrientes pueden asimilarse más fácilmente y en mayor cantidad.

- La germinación de las semillas favorece el metabolismo del calcio (se evita la descalcificación).

- Con la aparición de la clorofila (cuando los germinados se exponen a la luz del Sol) entra en escena un nutriente valiosísimo, ya que ésta posee un gran poder desintoxicante, rejuvenecedor y oxigenante de la sangre (la clorofila es muy parecida a la hemoglobina humana).

- Los germinados contienen todos los aminoácidos esenciales, y, en general, todos los nutrientes que necesita el organismo humano. De lo cual, no se debe deducir que la alimentación humana deba reducirse a consumir tales alimentos en exclusiva.

En suma, los germinados son un alimento completo, íntegral y vivo. Sin duda, serán un excelente apoyo nutritivo para quien decida incluirlos en su dieta diaria (por ejemplo, un puñadito en las ensaladas).



Os propongo que comencéis por la alfalfa (acaso el mejor de todos los germinados por su valor nutritivo, resistencia, rendimiento y facilidad a la hora de ser germinada). Os explico cómo hacerlo:

1) Tomad unas semillas y colocadlas en un recipiente (mejor de vidrio),

2) añadidles un poco de agua mineral y a continuación,

3) retirad el agua (que se queden las semillas sólo con la humedad),

4) meter el recipiente abierto en un lugar oscuro o tapadlas con una tela de algodón,

5) enjuagadlas y regadlas una vez al día (todos los días).

6) Cuando comiencen a salirle hojitas, ponedlas al sol hasta que se vuelvan verdes. Entonces ya podéis enjuagarlas con agua mineral y añadirlas a la ensalada. Si sobran pueden guardarse en la nevera como si fueran una verdura.



En las herboristerías podréis encontrar distintos tipos de semillas, algunas para germinar y otras ya germinadas. Y también variedad de germinadores (recipientes especiales para germinar).

Os sugiero no mezclar distintos germinados entre sí. Mejor de un solo tipo cada día.

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